En el
acatamiento de los diez mandamientos
de la ley de Dios está la clave del progreso espiritual y material de los
pueblos.
Los diez
mandamientos fueron dados por Dios a
Moisés (Éxodo 20. 1:17) y son: 1) No tendrás
otro Dios más que a mi, 2) No construirás imágenes de Dios, 3) No jurarás su
santo nombre en vano, 4) Santificarás las fiestas, 5) Honrarás padre y madre, 6)
No matarás, 7) No cometerás adulterio, 8) No robarás, 9) No levantarás falso testimonio, 10) No
codiciarás los bienes ajenos.
Cristo y sus
apóstoles ratificaron los diez mandamientos (Mateo 19. 18:19) y enseñó la
misericordia y el amor al prójimo como valores máximos de los seres humanos.
Jesús también dejó una gran enseñanza respecto al comportamiento de los gobernantes
de su época y dijo a sus discípulos: “Ustedes saben que los gobernantes de las
naciones actúan como dictadores y los que ocupan cargos abusan de su autoridad.
Pero no será así entre ustedes. Al contrario, el que de ustedes quiera ser
grande, que se haga el servidor de ustedes.
Y si alguno quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo
de todos. Hagan como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino a
servir y a dar su vida como rescate por una muchedumbre.” (Mateo 20. 20:28).
Los graves
problemas que enfrenta la humanidad se deben al no acatamiento de los
principios fundamentales establecidos en la ley de Dios. Esos principios son la
base de la moral y de la ética que, a su vez, constituyen el pilar sobre el que
deben sustentarse las relaciones políticas, sociales y económicas. Los diez
mandamientos, pues, no son sólo una expresión religiosa sino, además, las
normas esenciales para el desarrollo y bienestar de los seres humanos.
Las grandes
crisis financieras, el hambre de millones de personas y la corrupción en las
instituciones públicas y privadas tienen su origen en la violación del
mandamiento: no robarás. La delincuencia, en la desobediencia del principio de
honra a padre y madre y de fidelidad en la familia. La crisis en la
administración de justicia en el desconocimiento del mandamiento que prohíbe el
perjurio y el falso testimonio. En síntesis, todos los problemas políticos,
económicos y sociales de la humanidad tienen, pues, una explicación en el
desconocimiento de los mandamientos de la ley de Dios.
Si los gobernantes y los pueblos respetasen esos principios de la ley de
Dios el mundo viviría en bienestar y armonía; las riquezas estarían mejor
distribuidas, la naturaleza y el medio ambiente no serían destruidos como
ocurre en la actualidad, la guerra y el hambre serían la excepción, los países
no sufrirían crisis de desempleo, sub empleo y pobreza como la que actualmente
vive buena parte del mundo.
1 comentario:
Estoy de acuerdo contigo Pablo. La falta de valores religios y morales nos están llevando por el camino de la violencia, el desequilibrio, el odio y un sin fin de males de los que al final somos víctimas. Podemos poner cada uno nuestro grano de arena y empezar a recuperar el orden y la cordura. Gracias por tu artículo
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