Al Dios del universo
Índice
Extracto
Introducción
Capítulo 1
- Espacio y tiempo forman una
unidad
Capítulo 2
2.1 Aristóteles
2.2 La Revolución Científica
2.3 Isaac Newton
2.4
Emmanuel Kant
2.5
Gottfried Leibniz
2.6 Einstein espacio y tiempo
Conclusiones
Extracto
Relativo significa conexión, relación; absoluto significa la
idea opuesta: puro, sin conexión, sin relación. Espacio y tiempo son conceptos
relativos porque ellos no pueden ser considerados separadamente; ellos forman
una unidad; no son independientes uno de otro, por eso no son conceptos
absolutos. Todos los acontecimientos ocurren y las cosas permanecen simultáneamente
en un espacio y tiempo concreto, es decir, en un lugar y en un momento
específico. La relatividad estudia el movimiento de los cuerpos en el espacio y
el tiempo.
Introducción
“La imaginación es más importante que el conocimiento. El
conocimiento está limitado a lo que conocemos y comprendemos, mientras que la
imaginación abarca el mundo entero y
todo lo que puede ser conocido y comprendido.” Albert Einstein
El único ser que puede explicar los grandes misterios del
universo es Dios porque Él creó el universo. Los seres humanos, incluso las más
avanzadas mentes, sólo hacen especulaciones en la materia. Sin embargo, algunas
veces, Dios concede al hombre la clave para la comprensión de algunos aspectos
de su creación. Por ejemplo, Él le permitió al hombre conocer una parte de la
complejidad de la energía atómica, lo cual explica aspectos esenciales sobre el
origen de la vida. Átomo, espacio y tiempo son una parte de los misterios de la
creación. Los grandes filósofos han estudiado esa tríada de misterios que serán
por siempre un tema esencial. A pesar de su dificultad, he considerado escribir
algunas reflexiones sobre la relatividad del espacio y el tiempo que son
presentadas en el primer capítulo de este trabajo. El punto de vista de los principales
filósofos a través de los diferentes períodos de la historia es incluido en el
segundo capítulo.
Capítulo
1
- Espacio y tiempo forman una unidad
Hoy, cuando una persona escucha la palabra tiempo su mente
automáticamente considera estas tres opciones: a) clima, b) pasado, presente y
futuro y c) las medidas tradicionales de tiempo: segundos, minutos, horas,
días, semanas, meses, años y siglos. Pero desde el punto de vista filosófico la
palabra tiempo tiene otra connotación. Tiempo es una dimensión infinita
indisolublemente unida al espacio.
El tiempo no existe en forma fraccionada. Usted no puede
cortar el tiempo como usted corta un pedazo de pan o cualquier otra cosa
material. Las medidas de tiempo son inventos de la mente humana. Segundos,
minutos, horas, días, semanas, meses, años y siglos son sólo creaciones del
hombre; ellos no existen en forma material sino en ideas. El movimiento de la
tierra es lo determina el concepto humano del tiempo. La idea de tiempo está
vinculada y es una derivación de ese movimiento. Por ejemplo, la verdadera edad
de una persona es el número de veces que esa persona ha experimentado el
movimiento de la tierra alrededor del sol. Pasado y futuro no existen. La única
realidad es el presente, aquí y ahora. El pasado es una simple reminiscencia,
un recuerdo de la realidad; el futuro algo que aún no ha ocurrido.
Si usted permanece por un largo tiempo en una isla solitaria
o en la selva sin reloj ni calendario es muy probable que usted pierda muy
pronto las medidas tradicionales del tiempo.
Un aislado esquimal del Polo Norte o un indio del Amazonas no
conoce nuestros conceptos de tiempo. Ellos no saben nuestra idea de segundo,
minuto, hora o año. Sin embargo, ellos
viven el mismo tiempo que vivimos nosotros porque ellos viven el mismo
movimiento de la tierra que nosotros. Esto significa que el tiempo ---como
dimensión infinita--- existe independientemente de nuestra conciencia o
conceptos. El tiempo es una fuerza inevitable. La prueba de esta aseveración es
que el tiempo ejerce sus efectos en nuestros cuerpos y sobre la naturaleza. Por
ejemplo, nosotros no podemos evitar convertirnos en viejos ni podemos cambiar
los ciclos regulares de la naturaleza. Esto demuestra que el tiempo es relativo
al movimiento de la tierra y no a
nuestra conciencia o conceptos.
No podemos tocar, oler, sentir, escuchar o saborear el
tiempo, los números o las figuras geométricas. Las medidas de espacio y tiempo
son sólo conceptos creados por nuestras mentes. Los axiomas matemáticos son los
expresiones más elaboradas del pensamiento racionalista.
Percibimos los cambios regulares de la realidad física porque
ellos ocurren en un espacio y tiempo concretos. Números y figuras geométricas
son sólo representación imaginaria de las cosas.
El pensamiento del hombre, que está en evolución permanente,
es lo que cambia, pero el espacio y el tiempo son siempre las mismas
dimensiones infinitas; ellas no cambian. La esencia del tiempo es siempre la
misma: el movimiento de la tierra en relación al sol.
¿Pero qué es la esencia de las cosas?
Esencia es la característica que hace la diferencia entre una
cosa y otra; la esencia es permanente, es la cualidad que permanece en una cosa
a pesar del cambio.
Cada persona tiene su propio tiempo y comprende el pasado (recuerdos),
presente (la realidad actual) y futuro
(lo que aún no ha sucedido). El tiempo de cada persona concluye cuando la
persona muere. En ese momento su tiempo humano termina. Pero la vida y el
tiempo, en si mismos, son eternos.
¿Es el tiempo una dimensión matemática?
El tiempo, en esencia, es una dimensión infinita, pero el
hombre ha creado medidas para esa infinitud. El tiempo está indisolublemente
unido al espacio. Esa unidad entre espacio y tiempo es la misma esencia de las
matemáticas, porque el único número que en realidad existe es el uno. Los otros
números son derivaciones del uno. Dos es dos veces uno; nueve es nueve veces
uno. Las fracciones son también derivaciones del uno, así que el único número
que en realidad existe es el uno.
Uno, el concepto de unidad, representa la esencia y la
diversidad de todas las cosas que existen en la naturaleza y en el universo.
Todas las cosas son en esencia uno. Una manzana es diferente a una naranja.
Pero ellas tienen una característica en común: su esencia que es uno. Espacio y
tiempo es también sólo una dimensión. Espacio y tiempo son el lugar y el
momento donde ocurren todos los acontecimientos de la naturaleza.
Uno, espacio, tiempo y naturaleza es una identidad. A la vez,
uno, espacio, tiempo y naturaleza es sólo uno: Dios.
Así que:
Uno, espacio, tiempo, naturaleza = Dios
Uno = 1
Espacio = 1
Tiempo = 1
Naturaleza = 1
Dios = 1
Ecuación de la armonía del universo
(U, E, T, N) f: D
U = uno
E = espacio)
T = tiempo)
N = naturaleza
D = Dios
Esto significa que uno, que es la esencia del espacio, tiempo
y la naturaleza son función matemática de Dios, que es infinito y eterno y
comprende todas las cosas existentes en el universo.
La mente humana si puede concebir los conceptos de infinitud
y eternidad. Decir lo contrario es sólo una aseveración lógica que, sin
embargo, no es verdad.
Uno, la unidad, que es Dios, es la fuerza creativa del
universo, la energía primaria.
Uno representa el pensamiento racionalista porque las
matemáticas son un desarrollo de la razón. A su vez, la naturaleza es la
suprema expresión de la práctica, la suprema expresión del empirismo, porque la
naturaleza representa el mundo material.
Racionalismo y empirismo son concepciones opuestas pero
complementarias, la síntesis de ambas representan la armonía del universo.
El problema para la humanidad surge cuando una concepción es
impuesta y la otra desechada. Por ejemplo, eso es lo que está ocurriendo
actualmente en la economía europea, donde concepciones económicas racionalistas
están afectando el bienestar de la población.
Las matemáticas gozan de un gran prestigio. Las personas
consideran a las matemáticas una ciencia exacta. Por eso en el hombre existe
una fuerte tendencia hacia la aplicación de principios matemáticos a los
diferentes aspectos de la vida. Esto es visible especialmente en el campo económico.
Pero no siempre en las matemáticas podemos encontrar las respuestas a las
grandes preguntas de la vida.
Capítulo II
En este capítulo se presenta el punto de vista de los
principales filósofos respecto al espacio y tiempo. Los textos incluidos pertenecen
ya al dominio público y, en consecuencia, pueden ser citados. He considerado
que podría ser útil para los lectores encontrar en un solo texto lo más
importante que se ha dicho sobre el tema y por eso he incluido las citas en
forma extensa.
Los pensadores de la antigüedad establecieron la base del
conocimiento. Por ejemplo, conceptos como el átomo fue descubierto por
Demócrito, un sabio presocrático. Parménides pronunció por primera vez la frase
“pienso, luego existo”, concepto atribuido a Descarte siglos después.
Anaximandro, otro filósofo pre-socrático, planteó la existencia de diversos
mundos, ideas expresada siglos después por los científicos que desarrollaron la
teoría cuántica.
Después de Sócrates, considerado el padre de la filosofía,
importantes pensadores formularon sus opiniones en la materia. Platón, por
ejemplo, dijo que el tiempo surgió en el mismo momento en que se creó el cielo
y aseguró que el tiempo es medido a través del movimiento de los astros.
Aristóteles
Él dio la primera explicación profunda y extensa sobre el
espacio y el tiempo. Pensó que el espacio y el tiempo eran absolutos. En su
libro Física, libro 4, parte 10, dice:
“El tiempo. Planteamiento del problema
Después de lo dicho tenemos que pasar al estudio del
tiempo. Conviene, primero, plantear correctamente las dificultades sobre el
mismo, a fin de determinar, mediante una argumentación exotérica si hay que
incluirlo entre lo que es o entre lo que no es, y estudiar después cuál es su
naturaleza.
Que no es totalmente, o que es pero de manera oscura y
difícil de captar, lo podemos sospechar de cuanto sigue.
Pues una parte de él ha acontecido y ya no es, otra está
por venir y no es todavía, y de ambas partes se compone tanto el tiempo infinito
como el tiempo periódico. Pero parece imposible que lo que está compuesto de no ser tenga parte
en el ser.
Además de esto, si ha de existir algo divisible en
partes, entonces será necesario que, cuando exista, existan también las partes,
o todas o algunas. Pero, aunque el tiempo es divisible, algunas de sus partes
ya han sido, otras están por venir, y ninguna «es». El ahora no es una parte pues una
parte es la medida del todo, y el todo tiene que estar compuesto de partes,
pero no parece que el tiempo esté compuesto de ahoras.
Además, no es fácil ver si el ahora, que parece ser el
límite entre el pasado y el futuro, permanece siempre uno y el mismo o es
siempre otro distinto. Porque si fuera siempre distinto, y si ninguna de las
dos partes que están en el tiempo fueran simultáneas (a menos que una de ellas
contenga a la otra, como el tiempo más grande contiene al tiempo más pequeño),
y si el ahora que no es, pero antes era, tuviese que haberse destruido en algún
tiempo, entonces los ahora no podrán ser simultáneos entre sí, ya que siempre
el ahora anterior se habrá destruido. Pero el ahora anterior no puede haberse
destruido en sí mismo, porque era entonces, ni tampoco puede destruirse
11 Definición del tiempo
Pero sin cambio no hay tiempo; pues cuando no cambiamos
en nuestro pensamiento o no advertimos que estamos cambiando, no nos parece que
el tiempo haya transcurrido. Luego es evidente que el tiempo no es un
movimiento, pero no hay tiempo sin movimiento.
Y puesto que investigamos qué es el tiempo, tenemos que
tomar lo anterior como punto de partida para establecer qué es el tiempo con
respecto al movimiento. Percibimos el tiempo junto con el movimiento; pues,
cuando estamos en la oscuridad y no experimentamos ninguna modificación corpórea,
si hay algún movimiento en el alma nos parece al punto que junto con el
movimiento ha transcurrido también algún tiempo; y cuando nos parece que algún
tiempo ha transcurrido, nos parece también que ha habido simultáneamente algún
movimiento. Por consiguiente, el tiempo es o un movimiento o algo perteneciente
al movimiento. Pero puesto que no es un movimiento, tendrá que ser algo
perteneciente al movimiento.
Pero, como lo que está en movimiento se mueve desde algo
hacia algo, y toda magnitud es continua, el movimiento sigue a la magnitud.
Porque, por ser continua la magnitud, es también continuo el movimiento, y el
tiempo es continuo por ser continuo el movimiento (pues siempre parece que la
cantidad del tiempo transcurrido es la misma que la del movimiento). Ahora
bien, el antes y después son ante todo atributos de un lugar, y en virtud de su
posición relativa. Y puesto que en la magnitud hay un antes y un después,
también en el movimiento tiene que haber un antes y un después, por analogía
con la magnitud. Pero también en el tiempo hay un antes y un después, pues el
tiempo sigue siempre al movimiento. El antes y después en el movimiento, cuando
el movimiento es lo que es, es movimiento, pero su ser es distinto
y no es movimiento. Sin embargo, conocemos también el tiempo cuando, al determinar el antes y después, determinamos el movimiento; y, cuando tenemos la percepción del antes y después en el movimiento, decimos entonces que el tiempo ha transcurrido. Y lo distinguimos al captar que son diferentes entre sí y que hay algo intermedio diferente de ellos. Porque cuando inteligimos los extremos como diferentes del medio, y el alma dice que los ahoras son dos, uno antes y otro después, es entonces cuando decimos que hay tiempo, ya que se piensa que el tiempo es lo determinado por el ahora; y aceptamos esto.
y no es movimiento. Sin embargo, conocemos también el tiempo cuando, al determinar el antes y después, determinamos el movimiento; y, cuando tenemos la percepción del antes y después en el movimiento, decimos entonces que el tiempo ha transcurrido. Y lo distinguimos al captar que son diferentes entre sí y que hay algo intermedio diferente de ellos. Porque cuando inteligimos los extremos como diferentes del medio, y el alma dice que los ahoras son dos, uno antes y otro después, es entonces cuando decimos que hay tiempo, ya que se piensa que el tiempo es lo determinado por el ahora; y aceptamos esto.
Así
pues, cuando percibimos el ahora como una unidad, y no como anterior y
posterior en el movimiento, o como el mismo con respecto a lo anterior y lo
posterior, entonces no parece que haya transcurrido algún tiempo, ya que no ha
habido ningún movimiento. Pero cuando percibimos un antes y un después,
entonces hablamos de tiempo. Porque el tiempo es justamente esto: número del
movimiento según el antes y después411.
Luego el tiempo no es movimiento, sino en tanto que el
movimiento tiene número. Un signo de esto es el hecho de que distinguimos lo
mayor y lo menor por el número, y el movimiento mayor o menor por el tiempo.
Luego el tiempo es un número. Pero «número» se puede entender en dos sentidos,
ya que llamamos «número» no sólo lo numerado y lo numerable, sino también
aquello mediante lo cual numeramos. Pues bien, el tiempo es lo numerado, no
aquello mediante lo cual numeramos. Aquello mediante lo cual nu-10 meramos es
distinto de lo numerado.
Y así como el movimiento es siempre distinto, así también
el tiempo. Pero todo tiempo simultáneo es el mismo, pues el ahora existente es
el mismo que era entonces aunque su ser sea distinto. Y el ahora mide el tiempo
en tanto que antes y después.
El ahora es en un sentido el mismo, en otro no es el
mismo. Pues, en tanto que es en uno y en otro, el ahora es distinto (así
habíamos supuesto que era el ser del ahora), pero cuando es lo que es ahora, es el
mismo. Porque, como ya dijimos, el movimiento sigue a una magnitud, y al
movimiento, decimos ahora, le sigue el tiempo. Y de la misma manera al punto le
sigue lo desplazado, el cual nos permite conocer el movimiento, y lo anterior y
posterior que hay en el movimiento. Pero la cosa desplazada, cuando es lo que
es, es la misma (sea un punto, una piedra u otra cosa similar), pero
conceptualmente es distinta, como los sofistas consideran que «Coriseo está en
el Liceo» es distinto de «Coriseo está en el ágora» porque su ser es distinto
cuando está en una parte y cuando está en otra. El ahora sigue a la cosa
desplazada como el tiempo al movimiento, ya que es por la cosa desplazada por
lo que conocemos el antes y después en el movimiento, y conocemos que hay un
ahora por ser numerables el antes y después. Y así también en éstos, cuando es lo
que es, el ahora es el mismo (pues es el antes y después en el movimiento),
pero su ser es distinto, ya que obtenemos el ahora en tanto que el antes y
después es numerable. Esto es lo más cognoscible, pues el movimiento es
conocido por la cosa movida y el desplazamiento
por la cosa desplazada, puesto que la cosa desplazada es un «esto», pero no el
movimiento. Por lo tanto, el ahora es en un sentido siempre el mismo y en otro
sentido no es el mismo, ya que la cosa desplazada es así.
Es evidente, entonces, que si no hubiese tiempo no habría
un ahora y que si no hubiese un ahora no habría tiempo. Pues así como la cosa
desplazada y su desplazamiento van juntos, así también el número de la cosa
desplazada y el número de su desplazamiento van juntos. Porque el tiempo es el
número del desplazamiento y el ahora es, al igual que lo desplazado, como la
unidad del número. El tiempo es, pues, continuo por el ahora y se divide en el
ahora; pero también bajo este aspecto sigue al desplazamiento y a la cosa
desplazada.
Por consiguiente, el tiempo es número, pero no como si
fuera el número de un mismo punto, que es comienzo y fin, sino más bien a la
manera en que los extremos lo son de una línea, y no como las partes de la
línea, tanto por lo que se ha dicho antes (pues el punto medio lo tomaríamos como
dos, y entonces el tiempo se detendría), como porque es evidente que ni el
ahora es una parte del tiempo ni la división es una parte del movimiento, como
tampoco el punto es parte de una línea; pero dos líneas son partes de
una línea.
Así pues, en tanto que límite, el ahora no es tiempo,
sino un accidente suyo; pero, en tanto que numera, es número. Porque los
límites son sólo de aquello de lo cual son límites, mientras que el número de
estos caballos (diez, por ejemplo) es también número en otra parte.
Es evidente, entonces, que el tiempo es número del movimiento
según el antes y después y es continuo, porque es número de algo continuo.
La Revolución
Científica
Entre los siglos XVI y XVII la humanidad experimentó una
profunda transformación. Los inflexibles conceptos de la Edad Media fueron
reemplazados progresivamente por nuevas ideas científica y una actitud moderada
en torno a la religión.
El más importante trabajo de esta etapa histórica fue el
libro Sobre las Revoluciones de las
Esferas Celestiales (1543) de Nicolás Copérnico (1473-1543), quien provocó
un cambio sin precedentes asegurando que la tierra no era el centro del
universo como sostenían los científicos de la época y la Iglesia Católica.
Años más tarde, otro importante científico, Galileo Galilei
(1564—1642), defendió la teoría de Copérnico que fue considerada una herejía y
prohibida.
Galileo ha sido llamado también el padre de la ciencia
por sus importantes contribuciones al pensamiento científico, entre ellas, las
primeras ideas sobre la relatividad del movimiento.
Isaac Newton
En su libro, Principios
Matemáticos de la Filosofía Natural, Escolio 7, Newton dice: “Hasta
aquí ha parecido conveniente explicar en qué sentido hay que tomar a
continuación palabras menos conocidas; porque a las de tiempo, espacio, lugar y
movimiento, por ser conocidísimas de todos, no las defino. Diré, no obstante,
que el vulgo no concibe estas cantidades sino en relación a lo sensible. Y de
aquí surgen algunos prejuicios para eliminar los cuales conviene distinguirlas
en absolutas y relativas, verdaderas y aparentes, matemáticas y vulgares
1. El tiempo absoluto, verdadero y matemático
fluye —en sí y por su naturaleza, sin relación a nada externo— de manera
uniforme;8 con otro nombre llámase "duración"; el relativo y
vulgar es una medida sensible y externa de cualquier duración, mediante un
movimiento —medida exacta o inexacta—, de la cual se sirve el vulgo, en lugar
del tiempo verdadero —así, se sirve de hora, día, mes y año.
2. El espacio absoluto permanece —por su
naturaleza sin relación alguna a algo externo— siempre semejante e
inmoble.9 El relativo es una medida o dimensión cualquiera movible de tal
espacio, medida que nuestros sentidos definen por su
situación respecto de los cuerpos, y que el vulgo toma por espacio inmoble
—cual la dimensión de un espacio subterráneo, aéreo o celestial, definida por
su situación respecto de la tierra. Son una misma cosa el espacio absoluto y el
relativo, en especie y en magnitud; mas no permanecen siempre numéricamente lo mismo,
porque si la tierra, vgr., se mueve, el espacio de nuestro aire —que
relativamente y respecto de la tierra permanece siempre el mismo— será ahora
esa parte del espacio absoluto por la que pasa el aire; ahora, otra parte de él
—y así se mudará absoluta y perpetuamente.
3. Lugar es la parte del espacio que ocupa un
cuerpo; y, por razón del espacio, es absoluto o relativo lugar. Digo
"parte del espacio"; no, posición del cuerpo o superficie ambiente,
porque los lugares de cuerpos sólidos iguales son siempre iguales; mas las
superficies, a causa de la desemejanza de las figuras, son casi siempre
desiguales; mas, hablando propiamente, las posiciones no tienen cantidad, y son
no tanto lugares cuanto afecciones de los lugares.10 El movimiento del Todo
es la suma de los movimientos de las partes, esto es: la traslación del Todo de
un lugar es la misma que la suma de las traslaciones de las partes de sus
lugares; y, por esto, el lugar del Todo es el mismo que la suma de los
lugares de las partes; y, por tanto, es interno y está en el cuerpo entero.
4. Movimiento absoluto es la traslación
de un cuerpo de un lugar absoluto a otro lugar absoluto; mas el
relativo, de relativo a relativo. Así en nave que va a velas plegadas el lugar
relativo de un cuerpo es aquella región de la nave en que se halla el cuerpo, o
es aquella parte de la cavidad tal de ella rellenada por el cuerpo; y que se
mueve, por tanto, a la una con la nave. Y reposo relativo es la permanencia del
cuerpo en la misma región de la nave o punto de la cavidad. Empero, el reposo
verdadero es la permanencia del cuerpo en la misma parte de aquel espacio
inmóvil en que se mueve la nave misma a la una con su cavidad y todo lo que
contiene. Así que si la tierra está verdaderamente en reposo, el cuerpo que esté
en reposo relativo respecto a la nave se moverá verdadera y absolutamente con
la velocidad con la que la nave se mueva respecto de la tierra. Mas si también
se mueve la tierra, surgirá un movimiento verdadero y absoluto del cuerpo, en
parte, del movimiento verdadero de la tierra en el espacio inmóvil, en parte
del movimiento relativo de la nave en la tierra, y si el cuerpo se mueve además
relativamente a la nave, surgirá un verdadero movimiento en parte del verdadero
movimiento de la tierra en el espacio inmóvil, en parte de
los movimientos relativos tanto de la nave respecto de la tierra,
como del cuerpo respecto de la nave, y de estos movimientos relativos provendrá
el movimiento relativo del cuerpo en la tierra. Así, si la parte de la tierra
en que se halla la nave se mueve verdaderamente hacia oriente con una velocidad
de 10010 partes, y velas y vientos llevan a la nave hacia occidente con
velocidad de diez partes, mas un marinero camina en la nave hacia oriente con
una parte de la velocidad, el marinero lo moverá verdadera y absolutamente
respecto del espacio inmoble con 10001 partes de la velocidad hacia oriente, y
relativamente a la tierra hacia occidente, con nueve partes de la velocidad.
El tiempo absoluto se distingue del relativo en
astronomía por la ecuación del tiempo vulgar, porque son desiguales los días
naturales que vulgarmente se tienen por iguales para la medida del tiempo. Esta
desigualdad la corrigen los astrónomos para medir los movimientos celestes por
un tiempo más verdadero. Es posible que no haya movimiento alguno uniforme por
el que se mida exactamente el tiempo. Pueden acelerarse y retardarse todos
los movimientos, mas el flujo del tiempo absoluto no se puede mudar. Es la
misma la duración o perseverancia de la existencia de las cosas, tanto que sean
los movimientos veloces como lentos, o nulos; por tanto, se distingue ella con
fundamento de sus medidas sensibles y de ellas se la deduce mediante la
ecuación astronómica. Mas la necesidad de esta ecuación para determinar los
fenómenos se saca de los experimentos con el reloj oscilatorio y
también por los eclipses de los satélites de Júpiter.
Así como el orden de las partes del tiempo es
inmutable, lo es el orden de las partes del espacio. Si se mueven de
sus lugares, se moverán (por decirlo así) de sí mismas, porque
tiempos y espacios son cual lugares de sí mismos y de todas las
cosas. En el tiempo están colocadas todas las cosas en cuanto al
orden de sucesión; en el espacio, en cuanto al orden dé posición. Pertenece a
su esencia lo de ser lugares, y es absurdo el que se muevan los lugares
primarios, por tanto son ellos lugares absolutos, y únicamente las traslaciones
respecto de tales lugares son movimientos absolutos.
Empero, porque estas partes del espacio pueden ser
vistas y nuestros sentidos no pueden distinguirlas entre sí, empleamos en su
lugar medidas sensibles. Así que definimos todos los lugares por las posiciones
y distancias de las cosas respecto de algún cuerpo que consideramos como
inmoble; después, calculamos todos los movimientos respecto a tales lugares,
concibiendo que a los cuerpos se los traslada de los mismos. Así es como en vez
de lugares y movimientos absolutos nos servimos de los relativos, y no
incómodamente en los asuntos humanos; mas en los filosóficos hay que abstraer
de los sentidos, porque pudiera ser que no haya cuerpo alguno real y
verdaderamente en reposo, al que referir lugares y movimientos.
Se distinguen entre sí reposo y movimiento
absolutos y relativos por sus propiedades, causas y efectos. Propiedad del
reposo es la de que cuerpos verdaderamente en reposo están en reposo entre sí.
Y por esto, por ser posible el que algún cuerpo esté en reposo absoluto en la
región de las estrellas fijas, o más allá —mas no se puede conocer por la
posición relativa de los cuerpos en nuestras regiones, si algunos de ellos
mantienen a tan grande distancia la posición dada— no se puede
definir el reposo absoluto por la posición de ellos entre sí.
Es propiedad del movimiento la de que las partes
que conserven sus posiciones respecto de un Todo participen del movimiento de
ese mismo Todo 14 porque todas las partes de los cuerpos girantes
tienden a apartarse del eje del movimiento, y el ímpetu de los cuerpos que
avanzan procede del ímpetu-conjunto de cada una de las partes. Por tanto, al
moverse los cuerpos circundantes, se mueven relativamente los que están en
reposo respecto de los circundantes. Y por esto el movimiento verdadero y
absoluto no puede ser definido por la traslación de los cuerpos vecinos, que se
consideren como en reposo. Los cuerpos externos han de ser considerados no sólo
como en reposo, sino además verdaderamente estar en reposo. En otro caso, todo
lo incluido —a excepción de lo vecino de lo circundante— participará de los
movimientos verdaderos de lo circundante; y quitada aquella traslación, no
están verdaderamente en reposo, sino parecerán solamente cual en reposo; porque
lo circundante respecto de lo incluido se ha como la parte exterior de un todo
respecto de la parte interior, o como la corteza al núcleo; mas si se mueve la
corteza se mueve también el núcleo, o una parte del todo, sin traslación de lo
vecino a la corteza.
Afín a la precedente
propiedad es la de que, movido el lugar, se mueve a la vez lo colocado; y por
tanto un cuerpo al que se lo mueve de su lugar participa también del movimiento
de su lugar. Por tanto todos los movimientos que provienen de lugares movidos
son solamente partes de movimientos totales o absolutos, y todo movimiento
total se compone del movimiento del cuerpo de su lugar primero y del movimiento
de este lugar de su lugar y así a continuación hasta que se llegue a un lugar
no movido —cual en el aducido ejemplo del marino. Así que los movimientos
totales y absolutos no pueden ser definidos si no respecto de lugares inmobles
y por esto referí anteriormente estos a lugares no movidos; y los relativos, a
lugares movibles. Mas lugares no movidos no lo son sino todos
aquellos que de infinito a infinito conserven sus posiciones mutuas y, por
tanto, permanecen siempre inmobles, y constituyen ese espacio que llamo
"in moble".
Las causas por las que se distinguen entre sí los
movimientos verdaderos y los relativos lo son las fuerzas impresas en los
cuerpos para producir movimiento. El movimiento verdadero ni se produce ni se
muda sino por fuerzas impresas en el mismo cuerpo; mas un movimiento relativo
puede engendrarse y mudarse sin fuerzas impresas en el cuerpo, pues basta con
que se impriman solamente en otros cuerpos a los que se refiere, de modo que,
al apartarse estos, se mude aquella relación en que consiste el reposo o
movimiento relativo de tal cuerpo. A su vez, un movimiento verdadero se muda
siempre por virtud de fuerzas en el cuerpo movido; mas un movimiento relativo
no se muda necesariamente por tales fuerzas, porque si las mismas fuerzas se
imprimen en otros cuerpos respecto de los cuales surge la relación —de manera
que se conserve la posición relativa— se conservará esa relación en que
consiste el movimiento relativo. Por tanto, puede mudarse todo movimiento
relativo mientras se conserve el verdadero, y conservarse cuando se muda el
verdadero; y por ello el movimiento verdadero no consiste de ninguna manera en
tales relaciones.
Los efectos por los que se distinguen entre sí los
movimientos absolutos y relativos son las fuerzas por las que se separan del
eje del movimiento circular, porque en un movimiento circular
puramente relativo todas las fuerzas son nulas; mas en el verdadero y absoluto
son mayores o menores según la cantidad de movimiento.
Si se cuelga de un cordel muy largo un balde y se
lo retuerce hasta que el cordel se ponga rígido, y se llena después de agua, y
están a la vez en reposo balde y agua; y por alguna fuerza repentina se lo pone
en rotación con movimiento contrario y, relajándose el cordel, se mantiene
largo rato tal movimiento, la superficie del agua al principio será plana, como
antes del movimiento del balde; mas después, al imprimirse poco a poco la
fuerza en el agua, hará el balde que el agua también comience a girar, se
retirará poco a poco del medio y subirá a los lados del balde, tomando figura
cóncava (yo he hecho el experimento) y, por tal movimiento siempre acelerado,
subirá más y más hasta que, girando con el vaso en tiempos iguales, repose
relativamente en él. Tal subida indica el conato de separarse del eje del
movimiento y por tal conato se manifiesta y se mide el movimiento circular
verdadero y absoluto del agua, contrario éste del todo al movimiento relativo.
Al comienzo, cuando el movimiento relativo del agua
en el vaso era máximo, tal movimiento no producía conato alguno de separarse
del eje. El agua no se dirigía a la circunferencia subiendo por los lados del
vaso, sino permanecía plana y, por ello, no había comenzado aún su movimiento
circular verdadero. Pero después, al decrecer el movimiento relativo del agua,
su subida a los lados del vaso indicaba ese conato de separarse del eje, y
tal conato mostraba que su
movimiento circular verdadero crecía constantemente, y finalmente se hacía máximo
cuando el agua estaba en reposo respecto del vaso. Por tanto, tal conato no
depende de la traslación del agua respecto de los cuerpos circundantes, y, por
tanto, el movimiento circular verdadero no puede ser definido por tales
traslaciones. El movimiento circular verdadero de cualquier cuerpo es único, y
responde a un conato único cual a propio y adecuado efecto, mas los movimientos
relativos son innumerables según las varias relaciones a los cuerpos extensos,
y, cual vale respecto de las relaciones, carecen totalmente de efectos
verdaderos, a no ser en la medida en que participen de aquel verdadero y único
movimiento. Por ello, en el sistema de quienes sostienen que nuestros cielos
giran debajo de los cielos de las estrellas fijas, y arrastran a los
planetas, planetas y cada una de las partes de los cielos que están ciertamente
en reposo respecto a sus cielos próximos se mueven verdaderamente, porque
cambian sus posiciones mutuas (a diferencia de los que verdaderamente están en
reposo) y, simultáneamente con los cielos participan, llevados, de sus
movimientos, y por ser partes de todos girantes, tienden a
separarse de sus ejes.
Por tanto, las cantidades relativas no son, ellas
mismas, las cantidades que llevan explícitamente sus nombres, sino sus medidas
son aquellas cantidades sensibles (verdaderas o erradas) de las que se sirve el
vulgo en lugar de las medidas. Y si por el uso hay que definir las
significaciones de los nombres, por aquellos nombres de tiempo, espacio, lugar
y movimiento habrá que entender propiamente estas medidas; y será una manera de
hablar insólita y matemática si las cantidades medidas quedan aquí
subentendidas. Por lo cual hacen violencia a las Sagradas Escrituras quienes
interpretan estas palabras mediante cantidades medidas. Y no contaminan menos a
la Matemática y Filosofía quienes confunden las cantidades verdaderas con sus
relaciones y medidas vulgares.
Ciertamente, conocer los movimientos verdaderos de
cada uno de los cuerpos y distinguirlos de hecho de los aparentes es cosa
dificilísima, porque las partes de aquel espacio inmoble, en el que los cuerpos
se mueven verdaderamente, no caen en los sentidos. Mas la causa no es
desesperada totalmente,
porque se pueden sacar argumentos, en
parte de los movimientos aparentes que sean diferencias de movimientos
verdaderos, en parte, de las fuerzas que son causas y efectos de movimientos
verdaderos, como si dos globos, unidos en una distancia dada por un
hilo intermedio, giraran al derredor del centro común de gravedad, se conocería
patentemente por la tensión del hilo el conato de los globos a separarse del
eje del movimiento circular. Además: si se imprimieran
simultáneamente fuerzas cualesquiera, iguales, en las caras alternas de los
globos a fin de aumentar o disminuir el movimiento circular, se manifestaría por
el aumento o disminución de la tensión del hilo, el aumento o disminución del
movimiento; y de ello podrá finalmente sacarse en qué caras de los globos han
de imprimirse las fuerzas para aumentar al máximo el movimiento, a saber: en
las caras pulidas, o sea en las que siguen un movimiento circular. Mas
conocidas las caras que siguen y las opuestas que preceden, se conocería la
determinación del movimiento. Y de este modo se podrían hallar la cantidad y la
determinación de este movimiento circular en un vacío cualquiera inmenso,
respecto del cual nada de externo y sensible quedara fuera con que se pudieran
comparar los globos.
Si se colocaran en tal espacio algunos cuerpos que
conservaran una posición grandemente distante dada entre ellos —cual lo son las
estrellas fijas en nuestras regiones— no se podría —ciertamente partiendo de la
traslación relativa de los globos entre
tales cuerpos— conocer si el movimiento ha de
atribuirse a éstos o a aquéllos.
Mas si se extiende el hilo y se halla que su
tensión es la misma que la requerida por el movimiento de los globos, se podría
concluir que el movimiento lo es de los globos, y, finalmente, de la traslación
de los globos entre los cuerpos colegir la determinación de este movimiento.
Mas colegir los movimientos verdaderos de sus
causas, efectos y diferencias aparentes, y, al revés, de los movimientos
verdaderos o aparentes colegir sus causas y efectos se hará largamente en lo
siguiente, pues para este fin compuse el tratado siguiente.
Emmanuel
Kant (1724-1804)
En su libro Crítica de la Razón Pura Kant escribió:
“Primera sección
de la Estética transcendental. Del espacio. 2
Exposición
metafísica de este concepto Por medio del sentido externo (propiedad de nuestro
espíritu) nos representamos objetos como fuera de nosotros y todos ellos en el
espacio. En él es determinada o determinable su figura, magnitud y mutua
relación.
¿Qué son, pues,
espacio y tiempo? ¿Son seres reales? ¿Son sólo determinaciones o también
relaciones de las cosas, tales que les corresponderían a las cosas en sí
mismas, aun cuando no fuesen intuidas? O se hallan sólo en la forma de la
intuición y, por tanto, en la constitución subjetiva de nuestro espíritu, sin
la cual no podrían esos predicados ser atribuidos a ninguna cosa? Para
dilucidar esto vamos a exponer primeramente el concepto del espacio.
1) El espacio no
es un concepto empírico sacado de experiencias externas.
2) El espacio es
una representación necesaria, a priori, que está a la base de todas las
intuiciones externas. No podemos nunca representarnos que no haya espacio,
aunque podemos pensar muy bien que no se encuentren en él objetos algunos. Es
considerado, pues, el espacio como la condición de la posibilidad de los
fenómenos y no como una determinación dependiente de éstos, y es una
representación a priori, que necesariamente está a la base de los fenómenos
externos.
3) El espacio no
es un concepto discursivo o, según se dice, universal, de las relaciones de las
cosas en general., sino una intuición pura. Pues primeramente no se puede
representar más que un único espacio, y cuando se habla de muchos espacios, se
entiende por esto sólo una parte del mismo espacio único. Él es esencialmente
uno; lo múltiple en él y, por tanto también el concepto universal de espacios
en general, se origina sólo en limitaciones. De aquí se sigue que en lo que a
él respecta, una intuición a priori (que no es empírica) sirve de base a todos
los conceptos del mismo. Así todos los principios geométricos, v. g. que en un
triángulo
dos lados juntos
son mayores que el tercero, no son nunca deducidos de los conceptos universales
de línea y triángulo, sino de la intuición; y ello a priori, con certeza
apodíctica.
4) El espacio es
representado como una magnitud infinita dada. Así, pues, la originaria
representación del espacio es intuición a priori y no concepto.
Segunda sección, de
la Estética transcendental. Del tiempo
Exposición
metafísica del concepto del tiempo 1) El tiempo no es un concepto empírico que
se derive de una experiencia. Pues la coexistencia o la sucesión no sobrevendría
en la percepción, si la representación del tiempo no estuviera a priori a la
base. Solo presuponiéndola es posible representarse que algo, sea en uno y el
mismo tiempo (a la vez) o en diferentes tiempos (uno después de otro).
2) El
tiempo es una representación necesaria que está a la base de todas las
intuiciones. Por lo que se refiere a los fenómenos en general, no se puede
quitar el tiempo, aunque se puede muy bien sacar del tiempo los fenómenos. El
tiempo es pues dado a priori. En él tan sólo es posible toda realidad de los
fenómenos. Estos todos pueden desaparecer; pero el tiempo mismo (como la
condición universal de su posibilidad) no puede ser suprimido.
3) En esta
necesidad a priori fúndase también la posibilidad de principios apodícticos de
las relaciones de tiempo o axiomas del tiempo en general. Éste no tiene más que
una dimensión; diversos tiempos no son a la vez, sino unos tras otros (así como
diversos espacios no son unos tras otros, sino a la vez). Estos principios no
pueden ser sacados de la experiencia, pues ésta no les daría ni estricta
universalidad, ni certeza apodíctica.
4) El tiempo no es
un concepto discursivo o, como se le llama, universal, sino una forma pura de
la intuición sensible. Diferentes tiempos son sólo partes del mismo tiempo.
5) La infinidad
del tiempo no significa otra cosa sino que toda magnitud determinada del tiempo
es sólo posible mediante limitaciones de un tiempo único fundamental.
6
Conclusiones
sacadas de estos conceptos a) El tiempo no es algo que exista por sí o que
convenga a las cosas como determinación objetiva y, por lo tanto, permanezca
cuando se hace abstracción de todas las condiciones subjetivas de su intuición.
b) El tiempo no es
nada más que la forma del sentido interno, es decir, de la intuición de
nosotros mismos y de nuestro estado interno.
c) El tiempo es la
condición formal a priori de todos los fenómenos en general. El espacio, como
forma pura de toda intuición externa, está limitado, como condición a priori,
sólo a los fenómenos externos. En cambio todas las representaciones, tengan o
no cosas exteriores como objetos, pertenecen en sí mismas al estado interno,
como determinaciones del espíritu, y este estado interno se halla bajo la
condición formal de la intuición interna, por lo tanto del tiempo. De donde
resulta que el tiempo es una condición a priori de todo fenómeno en general y
es condición inmediata de los fenómenos internos (de nuestra alma) y precisamente
por ello condición inmediata también de los fenómenos externos. Todos los
objetos de los sentidos son en el tiempo y están necesariamente en relaciones
de tiempo.
El tiempo es,
pues, solamente una condición subjetiva de nuestra (humana) intuición (la cual
es siempre sensible, es decir, por cuanto somos afectados por objetos) y no es
nada en sí, fuera del sujeto.” Fin de las citas.
Albert
Einstein
En su
libro Teoría de la Relatividad de 1916, Albert Einstein dijo:
Si formulo el objetivo de la Mecánica diciendo que «la Mecánica debe
describir cómo varía con el tiempo la posición de los cuerpos en el espacio»,
sin añadir grandes reservas y prolijas explicaciones, cargaría sobre mi
conciencia algunos pecados capitales contra el sagrado espíritu de la claridad.
Indiquemos antes que nada estos pecados.
No está claro qué debe entenderse aquí por «posición» y «espacio».
Supongamos que estoy asomado a la ventanilla de un vagón de ferrocarril que
lleva una marcha uniforme, y dejo caer una piedra a la vía, sin darle ningún
impulso. Entonces veo (prescindiendo de la influencia de la resistencia del
aire) que la piedra cae en línea recta. Un peatón que asista a la fechoría
desde el terraplén observa que la piedra cae a tierra según un arco de
parábola. Yo pregunto ahora: las «posiciones» que recorre la piedra ¿están
«realmente» sobre una recta o sobre una parábola? Por otro lado, ¿qué significa
aquí movimiento en el «espacio»? La respuesta es evidente después de lo dicho
en 2. Dejemos de momento a un lado la oscura palabra «espacio», que, para ser
sinceros, no nos dice absolutamente nada; en lugar de ella ponemos «movimiento
respecto a un cuerpo de referencia prácticamente rígido». Las posiciones con
relación al cuerpo de referencia (vagón del tren o vías) han sido ya definidas
explícitamente en el epígrafe anterior. Introduciendo en lugar de «cuerpo de
referencia» el concepto de «sistema de coordenadas», que es útil para la
descripción matemática, podemos decir: la piedra describe, con relación a un
sistema de coordenadas rígidamente unido al vagón, una recta; con relación a un
sistema de coordenadas rígidamente ligado a las vías, una parábola. En este
ejemplo se ve claramente que en rigor no existe una trayectoria 5, sino sólo
una trayectoria con relación a un cuerpo de referencia determinado.
Ahora bien, la
descripción completa del movimiento no se obtiene sino al especificar
cómo varía la posición del cuerpo con el tiempo, o lo que es lo mismo,
para cada punto de la trayectoria hay que indicar en qué momento se encuentra
allí el cuerpo. Estos datos hay que completarlos con una definición del tiempo
en virtud de la cual podamos considerar estos valores temporales como
magnitudes esencialmente observables (resultados de mediciones). Nosotros,
sobre el suelo de la Mecánica clásica, satisfacemos esta condición —con
relación al ejemplo anterior— de la siguiente manera. Imaginemos dos relojes
exactamente iguales; uno de ellos lo tiene el hombre en la ventanilla del vagón
de tren; el otro, el hombre que está de pie en el terraplén. Cada uno de ellos
verifica en qué lugar del correspondiente cuerpo de referencia se encuentra la
piedra en cada instante marcado por el reloj que tiene en la mano. Nos
abstenemos de entrar aquí en la imprecisión introducida por el carácter finito
de la velocidad de propagación de la luz. Sobre este extremo, y sobre una
segunda dificultad que se presenta aquí, hablaremos detenidamente más adelante.”
El lector
interesado podrá encontrar el texto completo en el libro Relatividad, de 1916.
3 comentarios:
Estimado José Rafael, interesantísima reflexión. Ciertamente, tal como usted lo intuyó, las citas extensas son de una utilidad que se agradece. Estoy investigando el tema, pues mi vía de expresión es la fotografía (imagine cuán fascinante se torna el tema considerado desde esta práctica), por lo mismo, toda mi gratitud por líneas tan nutritivas... No encontré la continuación anunciada, ¿está por llegar?, ¿no la supe hallar?
Ya he colocado su blog entre mis "lugares donde volver".
Saludos,
Ana Olea
Perdón, quise poner Pablo Rafael. Sepa excusarme, José Rafael es un nombre que manejo con frecuencia y se me escapó esta vez.
Muchas gracias Ana, por su amable comentario, Pablo Rafael.
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